miércoles, 21 de octubre de 2009

Entre viajes verdaderos e imaginarios.

Los viajes de Gulliver. Prodigioso libro. Pletórico de imaginación. En cierto modo, al igual que Don Quijote es una parodia de las novelas de caballería, Los viajes de Gulliver (1726) viene a ser una parodia de la literatura de viajes, convertida ésta en género común de éxito de la época. Así, por un lado, la objetividad que debe anteponer y cuidar el viajero escritor está siempre muy presente en el relato de Jonathan Swift, y, por otro, la minuciosidad realista de lo que se explica y describe. El libro está centrado en contar lo que le sucedió a Lemuel Gulliver en sus viajes por el mundo, concretamente en cuatro de ellos: 1) A Liliput. 2) A Brobdingnag. 3) A Laputa, Balnibarbi, Glubbdubdrib, Luggnagg y Japón. 4) Al país de los Houyhnnhnms.
Toda la obra queda atravesada por una visión negativa, deplorable, críptica, que no deja puertas abiertas a la esperanza, en torno a la esencia espiritual de la especie humana, cuyo deambular histórico sería totalmente recriminable desde cualquier punto de vista moral, si nos atenemos, como realiza Swift, a un análisis de su conducta como entes entre criaturas. En el terreno del hombre individual y en su ámbito colectivo. En su historia y en su presente. Relativo a la situación social y política de los distintos países del entorno europeo. Señalando de manera concreta a la Inglaterra de comienzos del siglo XVIII, en una época donde el mundo se iba ensanchando cada vez más, con denodada participación de navegantes ingleses, relevo de portugueses, españoles y holandeses.
El libro no deja espacio vital, moral, social y político, sin crítica. Que abarca multitud de escenarios de la realidad sociológica: desde el destrozo que venía a significar el colonialismo vigente, hasta el descrédito en el que estaba sumida la ley, creada al servicio de los poderosos. Desde la ineficacia de una ciencia desvirtuada, hasta la maldad e inoperancia de una política corrompida en todos sus niveles y compartimentos. Amplísimo repaso sin tregua. El capricho de los príncipes y la ineptitud de sus gobiernos. El papel destructor de las guerras. La existencia de la injusticia y del hambre. La corrupción. La inmoralidad. El engaño. La mentira. La condición miserable de la humanidad.
Memorables escenas inventivas, como el cuerpo de las doncellas gigantes, la isla volante, el país de los inmortales, o la sinrazón y orgullo de los yahoos, ilustran una obra que se adelanta, con juicio despiadado, a un mundo sin Dios, prefigurado desde la Ilustración, generadora de monstruos como bien sabemos. Tal vez, J. Swift, quiera en el fondo decir o transmitir que sin una nueva teoría de la revelación la vida del hombre y su civilización no tienen salida, no tienen salvación. Como él podríamos llegar a odiar a nuestros congéneres en cuanto seamos conscientes de lo lejos que estamos del amor, la justicia o la bondad, en un mundo donde “la gran masa de gente se ve obligada a vivir de forma mísera, trabajando todos los días por un salario escaso, a fin de que unos pocos vivan en la abundancia”.